martes, 21 de junio de 2011

El yesquero

Por la carretera marchaba un soldado marcando el paso. ¡Un, dos, un, dos! Llevaba la mochila al hombro y un sable al costado, pues venía de la guerra, y ahora iba a su pueblo.

Mas he aquí que se encontró en el camino con una vieja bruja. ¡Uf!, ¡qué espantajo!, con aquel labio inferior que le colgaba hasta el pecho.

-¡Buenas tardes, soldado! -le dijo-. ¡Hermoso sable llevas, y qué mochila tan grande! Eres un soldado hecho y derecho. Voy a enseñarte la manera de tener todo el dinero que desees.

-¡Gracias, vieja bruja! -respondió el soldado.

-¿Ves aquel árbol tan corpulento? -prosiguió la vieja, señalando uno que crecía a poca distancia-. Por dentro está completamente hueco. Pues bien, tienes que trepar a la copa y verás un agujero; te deslizarás por él hasta que llegues muy abajo del tronco. Te ataré una cuerda alrededor de la cintura para volverte a subir cuando llames.

-¿Y qué voy a hacer dentro del árbol? -preguntó el soldado.

-¡Sacar dinero! -exclamó la bruja-. Mira; cuando estés al pie del tronco te encontrarás en un gran corredor muy claro, pues lo alumbran más de cien lámparas. Verás tres puertas; podrás abrirlas, ya que tienen la llave en la cerradura. Al entrar en la primera habitación encontrarás en el centro una gran caja, con un perro sentado encima de ella. El animal tiene ojos tan grandes como tazas de café; pero no te apures. Te daré mi delantal azul; lo extiendes en el suelo, coges rápidamente al perro, lo depositas sobre el delantal y te embolsas todo el dinero que quieras; son monedas de cobre. Si prefieres plata, deberás entrar en el otro aposento; en él hay un perro con ojos tan grandes como ruedas de molino; pero esto no debe preocuparse. Lo pones sobre el delantal y coges dinero de la caja. Ahora bien, si te interesa más el oro, puedes también obtenerlo, tanto como quieras; para ello debes entrar en el tercer aposento. Mas el perro que hay en él tiene los ojos tan grandes como la Torre Redonda. ¡A esto llamo yo un perro de verdad! Pero nada de asustarte. Lo colocas sobre mi delantal, y no te hará ningún daño, y podrás sacar de la caja todo el oro que te venga en gana.

-¡No está mal!-exclamó el soldado-. Pero, ¿qué habré de darte, vieja bruja? Pues supongo que algo querrás para ti.

-No -contestó la mujer-, ni un céntimo. Para mí sacarás un viejo yesquero, que mi abuela se olvidó ahí dentro, cuando estuvo en el árbol la última vez.

-Bueno, pues átame ya la cuerda a la cintura - convino el soldado.

-Ahí tienes -respondió la bruja-, y toma también mi delantal azul.

Se subió el soldado a la copa del árbol, se deslizó por el agujero y, tal como le dijera la bruja, se encontró muy pronto en el espacioso corredor en el que ardían las lámparas.

Y abrió la primera puerta. ¡Uf! Allí estaba el perro de ojos como tazas de café, mirándolo fijamente.

-¡Buen muchacho! -dijo el soldado, cogiendo al animal y depositándolo sobre el delantal de la bruja. Se llenó luego los bolsillos de monedas de cobre, cerró la caja, volvió a colocar al perro encima y pasó a la habitación siguiente. En efecto, allí estaba el perro de ojos como ruedas de molino.

-Mejor harías no mirándome así -le dijo-. Te va a doler la vista.

Y sentó al perro sobre el delantal. Al ver en la caja tanta plata, tiró todas las monedas de cobre que llevaba encima y se llenó los bolsillos y la mochila de las del blanco metal.

Pasó entonces al tercer aposento. Aquello presentaba mal cariz; el perro tenía, en efecto, los ojos tan grandes como la Torre Redonda, y los movía como sí fuesen ruedas de molino.

-¡Buenas noches! -dijo el soldado llevándose la mano a la gorra, pues perro como aquel no lo había visto en su vida. Una vez lo hubo observado bien, pensó: «Bueno, ya está visto», cogió al perro, lo puso en el suelo y abrió la caja. ¡Señor, y qué montones de oro! Habría como para comprar la ciudad de Copenhague entera, con todos los cerditos de mazapán de las pastelerías y todos los soldaditos de plomo, látigos y caballos de madera de balancín del mundo entero. ¡Allí sí que había oro, palabra!

Tiró todas las monedas de plata que llevaba encima, las reemplazó por otras de oro, y se llenó los bolsillos, la mochila, la gorra y las botas de tal modo que apenas podía moverse. ¡No era poco rico, ahora! Volvió a poner al perro sobre la caja, cerró la puerta y, por el hueco del tronco, gritó

-¡Súbeme ya, vieja bruja!

-¿Tienes el yesquero? -preguntó la mujer.

-¡Caramba! -exclamó el soldado-, ¡pues lo había olvidado! Y fue a buscar la bolsita, con la yesca y el pedernal dentro. La vieja lo sacó del árbol, y nuestro hombre se encontró de nuevo en el camino, con los bolsillos, las botas, la mochila y la gorra repletos de oro.

-¿Para qué quieres el yesquero? -preguntó el soldado.

-¡Eso no te importa! -replicó la bruja-. Ya tienes tu dinero; ahora dame la bolsita.

-¿Conque sí, eh? -exclamó el mozo-. ¡Me dices enseguida para qué quieres el yesquero, o desenvaino el sable y te corto la cabeza!

-¡No! -insistió la mujer.

Y el soldado le cercenó la cabeza y dejó en el suelo el cadáver de la bruja. Puso todo el dinero en su delantal, se lo colgó de la espalda como un hato, guardó también el yesquero y se encaminó directamente a la ciudad.

Era una población magnífica, y nuestro hombre entró en la mejor de sus posadas y pidió la mejor habitación y sus platos preferidos, pues ya era rico con tanto dinero.

Al criado que recibió orden de limpiarle las botas se le ocurrió que eran muy viejas para tan rico caballero; pero es que no se había comprado aún unas nuevas. Al día siguiente adquirió unas botas como Dios manda y vestidos elegantes.

Y ahí tienen al soldado convertido en un gran señor. Le contaron todas las magnificencias que contenía la ciudad, y le hablaron del Rey y de lo preciosa que era la princesa, su hija.

-¿Dónde se puede ver? -preguntó el soldado.

-No hay medio de verla -le respondieron-. Vive en un gran palacio de cobre, rodeado de muchas murallas y torres. Nadie, excepto el Rey, puede entrar y salir, pues existe la profecía de que la princesa se casará con un simple soldado, y el Monarca no quiere pasar por ello.

«Me gustaría verla», pensó el soldado; pero no había modo de obtener una autorización.

El hombre llevaba una gran vida: iba al teatro, paseaba en coche por el parque y daba mucho dinero a los pobres, lo cual decía mucho en su favor. Se acordaba muy bien de lo duro que es no tener una perra gorda. Ahora era rico, vestía hermosos trajes e hizo muchos amigos, que lo consideraban como persona excelente, un auténtico caballero, lo cual gustaba al soldado. Pero como cada día gastaba dinero y nunca ingresaba un céntimo, al final le quedaron sólo dos ochavos. Tuvo que abandonar las lujosas habitaciones a que se había acostumbrado y alojarse en la buhardilla, en un cuartucho sórdido bajo el tejado, limpiarse él mismo las botas y coserlas con una aguja saquera. Y sus amigos dejaron de visitarlo; ¡había que subir tantas escaleras!.

Un día, ya oscurecido, se encontró con que no podía comprarse ni una vela, y entonces se acordó de un cacho de yesca que había en la bolsita sacada del árbol de la bruja. Buscó la bolsa y sacó el trocito de yesca; y he aquí que al percutirla con el pedernal y saltar las chispas, se abrió súbitamente la puerta y se presentó el perro de ojos como tazas de café que había encontrado en el árbol, diciendo:

-¿Qué manda mi señor?

-¿Qué significa esto? -inquirió el soldado-. ¡Vaya yesquero gracioso, si con él puedo obtener lo que quiera!

-Tráeme un poco de dinero -ordenó al perro; éste se retiró, y estuvo de vuelta en un santiamén con un gran bolso de dinero en la boca.

Entonces se enteró el soldado de la maravillosa virtud de su yesquero. Si golpeaba una vez, comparecía el perro de la caja de las monedas de cobre; si dos veces, se presentaba el de la plata, y si tres, acudía el del oro. Nuestro soldado volvió a sus lujosas habitaciones del primer piso, se vistió de nuevo con ricas prendas, y sus amigos volvieron a ponerlo por las nubes.

Un día le vino un pensamiento: «¡Es bien extraño que no haya modo de ver a la princesa! Debe de ser muy hermosa, pero ¿de qué le sirve, si se ha de pasar la vida en el palacio de cobre rodeado de murallas y torres? ¿No habría modo de verla? ¿Dónde está el yesquero?» y, al encender la yesca, se presentó el perro de ojos grandes como tazas de café.

-Ya sé que estamos a altas horas de la noche -dijo el soldado-, pero me gustaría mucho ver a la princesa, aunque fuera sólo un momento.

El perro se retiró enseguida, y antes de que el soldado tuviera tiempo de pensarlo, volvió a entrar con la doncella, la cual venía sentada en su espalda, dormida, y era tan hermosa, que a la legua se veía que se trataba de una princesa. El soldado no pudo resistir y la besó; por algo era un soldado hecho y derecho.

Se marchó entonces el perro con la doncella; pero cuando, a la mañana, acudieron el Rey y la Reina, su hija les contó que había tenido un extraño sueño, de un perro y un soldado. Ella iba montada en un perro, y el soldado la había besado.

-¡Pues vaya historia! -exclamó la Reina.

Y dispusieron que a la noche siguiente una vieja dama de honor se quedase de guardia junto a la cama de la princesa, para cerciorarse de si se trataba o no de un sueño.

Al soldado le entraron unos deseos locos de volver a ver a la hija del Rey, y por la noche llamó al perro, el cual acudió a toda prisa a su habitación con la muchacha a cuestas; pero la vieja dama corrió tanto como él, y al observar que su ama desaparecía en una casa, pensó: «Ahora ya sé dónde está», y con un pedazo de tiza trazó una gran cruz en la puerta. Regresó luego a palacio y se acostó; mas el perro, al darse cuenta de la cruz marcada en la puerta, trazó otras iguales en todas las demás de la ciudad. Fue una gran idea, pues la dama no podría distinguir la puerta, ya que todas tenían una cruz.

Al amanecer, el Rey, la Reina, la dama de honor y todos los oficiales salieron para descubrir dónde había estado la princesa.

-¡Es aquí! -exclamó el Rey al ver la primera puerta con una cruz dibujada.

-¡No, es allí, cariño! -dijo la Reina, viendo una segunda puerta con el mismo dibujo.

-¡Pero si las hay en todas partes! -observaron los demás, pues dondequiera que mirasen veían cruces en las puertas. Entonces comprendieron que era inútil seguir buscando.

Pero la Reina era una dama muy ladina, cuya ciencia no se agotaba en saber pasear en coche. Tomando sus grandes tijeras de oro, cortó una tela de seda y confeccionó una linda bolsita. La llenó luego de sémola de alforfón y la ató a la espalda de la princesa, abriendo un agujerito en ella, con objeto de que durante el camino se fuese saliendo la sémola.

Por la noche se presentó de nuevo el perro, montó a la princesa en su lomo y la condujo a la ventana del soldado, trepando por la pared hasta su habitación. A la mañana siguiente el Rey y la Reina descubrieron el lugar donde habla sido llevada su hija, y, mandando prender al soldado, lo encerraron en la cárcel.

Sí señor, a la cárcel fue a parar. ¡Qué oscura y fea era la celda! ¡Y si todo parara en eso! «Mañana serás ahorcado», le dijeron. La perspectiva no era muy alegre, que digamos; para colmo, se había dejado el yesquero en casa. Por la mañana pudo ver, por la estrecha reja de la prisión, cómo toda la gente llegaba presurosa de la ciudad para asistir a la ejecución; oyó los tambores y presenció el desfile de las tropas. Todo el mundo corría; entre la multitud iba un aprendiz de zapatero, en mandil y zapatillas, galopando con tanta prisa, que una de las babuchas le salió disparada y fue a dar contra la pared en que estaba la reja por donde miraba el soldado.

-¡Hola, zapatero, no corras tanto! -le gritó éste-; no harán nada sin mí. Pero si quieres ir a mi casa y traerme mí yesquero, te daré cuatro perras gordas. ¡Pero tienes que ir ligero!

El aprendiz, contento ante la perspectiva de ganarse unas perras, echó a correr hacia la posada y no tardó en estar de vuelta con la bolsita, que entregó al soldado. ¡Y ahora viene lo bueno!

En las afueras de la ciudad habían levantado una horca, y a su alrededor formaba la tropa y se apiñaba la multitud: millares de personas. El Rey y la Reina ocupaban un trono magnífico, frente al tribunal y al consejo en pleno.

El soldado estaba ya en lo alto de la escalera, pero cuando quisieron ajustarle la cuerda al cuello, rogó que, antes de cumplirse el castigo, se le permitiera, pobre pecador, satisfacer un inocente deseo: fumarse una pipa, la última que disfrutaría en este mundo.

El Rey no quiso negarle tan modesta petición, y el soldado, sacando la yesca y el pedernal, los golpeó una, dos, tres veces. Inmediatamente se presentaron los tres perros: el de los ojos como tazas de café, el que los tenía como ruedas de molino, y el de los del tamaño de la Torre Redonda.

-Ayúdenme a impedir que me ahorquen -dijo el soldado-. Y los canes se arrojaron sobre los jueces y sobre todo el consejo, cogiendo a los unos por las piernas y a los otros por la nariz y lanzándolos al aire, tan alto, que al caer se hicieron todos pedazos.

-¡A mí no, a mí no! -gritaba el Rey; pero el mayor de los perros arremetió contra él y la Reina, y los arrojó adonde estaban los demás. Al verlo, los soldados se asustaron, y todo el pueblo gritó:

-¡Buen soldado, serás nuestro Rey y te casarás con la bella princesa!

Y a continuación sentaron al soldado en la carroza real, los tres canes abrieron la marcha, danzando y gritando «¡hurra!», mientras los muchachos silbaban con los dedos, y las tropas presentaban armas. La princesa salió del palacio de cobre y fue Reina. ¡Y bien que le supo! La boda duró ocho días, y los perros, sentados junto a la mesa, asistieron a ella con sus ojazos bien abiertos.

FIN











Marchaient le long de la route un soldat marquer le temps. Un, deux, un deux! Il avait son sac sur son épaule et une épée au côté, il avait été à la guerre, et était maintenant à son peuple.
Voici, j'ai trouvé sur la route avec une vieille sorcière. Ouf, quelle frayeur!, Avec cette lèvre inférieure qui pendait à sa poitrine.
- Bonsoir, soldat! Dit-il. Belle Sable porter, et ce grand sac à dos! Vous êtes un soldat dans l'âme. Je vais vous montrer comment prendre tout l'argent que vous voulez.
- Merci, vieille sorcière! Répondit le soldat.
- Voir cet arbre si grand? Vieux-poursuite, pointant vers une croissance courte. L'intérieur est complètement creux. Eh bien, vous avez à monter au sommet et de voir un trou, vous glisserez par lui jusqu'à ce que vous obtenez ainsi le long du tronc. Nous allons attacher une corde autour de la taille pour vous conduire jusqu'à quand vous appelez.
- Que fais-je dans l'arbre? Demandé au soldat.
- Retirer de l'argent! S'écria la sorcière. Regardez, quand vous êtes au pied du tronc, vous trouverez une grand coureur très clair, pour ce que plus d'une centaine de lampes s'allument. Vous verrez trois portes vous pouvez les ouvrir, parce qu'ils ont la clef dans la serrure. En entrant dans la première salle dans le centre de trouver une grosse boîte avec un chien assis sur le dessus de celui-ci. L'animal a des yeux grands comme des tasses à café, mais ne vous inquiétez pas. Je vais vous donner mon tablier bleu, puis s'étend dans le sol, attrapez le chien rapidement, il mit sa poche de tablier et vous voulez tout l'argent, ils sont des pièces de cuivre. Si vous préférez l'argent, vous devez entrer dans la salle, il est un chien avec des yeux grands comme des meules, mais cela ne devrait pas s'inquiéter. Vous mettez votre tablier et prenez l'argent de la caisse. Maintenant, si vous voulez plus d'or, vous pouvez également obtenir autant que vous voulez, pour cela vous devez entrer dans la troisième chambre. Mais le chien dans son yeux sont aussi gros que la Tour Ronde. Ce que j'appelle un vrai chien! Mais rien de vous effrayer. Vous avez mis sur mon tablier, et ne vous fera aucun mal, et vous sortir de la boîte autant d'or que vous s'il vous plaît.
- Pas mal, dit le soldat. Mais que je vous donne, vieille sorcière? Eh bien je suppose que je veux quelque chose pour vous.
«Non», répondit la femme, pas un sou. Pour moi, ça fait vieux briquet, qui ma grand-mère a oublié là-bas, quand l'arbre a été la dernière fois.
«Eh bien, athamé et la corde à la taille - le soldat convenu.
: Voici, dit la sorcière, et prend aussi mon tablier bleu.
Le soldat grimpa dans l'arbre, il a glissé dans le trou et comme je l'ai dit la sorcière, se trouva bientôt dans le grand hall de la lampe allumée.
Et il ouvrit la première porte. Ugh! Il y avait le chien avec des yeux comme des tasses à café, le regardait.
- Good boy! Dit le soldat, en prenant un animal et de le placer sur le tablier de la sorcière. Il a ensuite rempli les poches des pièces de cuivre, a fermé la boîte, remplacé le chien et se dirigea vers la salle suivante. En effet, il y avait le chien avec des yeux comme des meules.
Mieux prospectifs et ne serait pas, dit-il. Nuira à l'oeil.
Et le chien assis sur le tablier. En voyant tant d'argent dans la boîte, jeta toutes les cuivres qu'il avait sur lui et remplit ses poches et sac à dos de métal blanc.
Il a ensuite passé la troisième chambre. Cela a eu un mauvais tour, le chien était, en effet, des yeux grands comme la Tour Ronde, et déplacé comme si elles étaient meules.
- Bonne nuit! Dit le soldat, en touchant son chapeau, comme ce chien parce qu'il n'avait pas vu dans votre vie. Une fois que j'ai été bien observée, il a pensé: «Eh bien, vous êtes vu,« saisi le chien, le mettre sur le plancher et ouvert la boîte. Seigneur, que des monceaux d'or! Voudrais acheter toute la ville de Copenhague, avec toutes les pâtisseries porcs massepain et tous les soldats de plomb, des fouets et des chevaux à bascule en bois dans le monde. Oui, il y avait de l'or là-bas, parole!
Il a jeté toutes les pièces d'argent qu'il avait sur, pour les remplacer par d'autres d'or, et remplit ses poches, sac à dos, chapeau et bottes de sorte qu'il pouvait à peine bouger. Il y avait peu riche maintenant! Il a mis le chien sur la boîte, ferma la porte et à travers le tronc creux, il a crié
- Et le sous-emploi, vieille sorcière!
- Avez-vous le briquet? Elle a demandé.
- Wow! S'écria le soldat, car il avait oublié! Et est allé chercher le sac avec le briquet et à l'intérieur de silex. La vieille femme a pris l'arbre, et notre homme se retrouva sur la route, avec des poches, des bottes, sac à dos et une casquette pleine d'or.
- Que voulez-vous à la poudrière? Demandé au soldat.
- Cela ne vous dérange pas! »Dit la sorcière. Vous avez votre argent, maintenant donnez-moi le sac.
- Oui, oui, hein? S'écria le maître d'hôtel. Vous me dites ce que vous voulez tout de suite à la poudrière, et tira son épée et lui couper la tête!
- Non! »Dit la femme.
Et la tête coupée du soldat et de mettre bas le cadavre de la sorcière. Il a mis tout l'argent dans son tablier, il en bandoulière revenir comme un troupeau, sauver le briquet et alla droit à la ville.
C'était une grande population, et notre homme a obtenu le meilleur de leurs auberges et a appelé la meilleure chambre et ses plats préférés, il a été riche avec tant d'argent.
Le serviteur a été ordonné de nettoyer ses bottes venu, ils étaient trop vieux pour homme riche, mais qui n'était pas encore acheté de nouveaux. Le lendemain acheté des bottes et à la piété et de robes.
Et là vous avez le soldat devenir un grand homme. Ils ont dit à toute la magnificence qui contenait la ville, et a parlé du Roi et combien précieux est la princesse, sa fille.
- Où voyez-vous? Demandé au soldat.
-Il n'y a aucune façon de la voir, ils ont répondu. Il vit dans un château en cuivre, entourée par des murs et de tours. Personne d'autre que le roi peut aller et venir, car il est la prophétie que la princesse va épouser un soldat, et le monarque ne veut pas passer par là.
«Je voudrais voir,» pensa le soldat, mais il n'y avait aucun moyen d'obtenir un permis.
L'homme avait une belle vie: aller au théâtre, en marchant dans le parc auto et a donné beaucoup d'argent pour les pauvres, qui en dit long sur lui. Il se souvenait bien combien il est difficile de ne pas avoir un sou. Maintenant il était riche, portait des vêtements fins et fait de nombreux amis qui le considéraient comme une excellente personne, un vrai gentleman, qui, comme le soldat. Mais comme chaque jour passé l'argent et n'est jamais entré un sou à la fin nous n'étions que deux cents. Il a dû quitter les chambres luxueuses avaient pris l'habitude de séjourner dans le grenier, dans une chambre crasseuse sous les toits, il a nettoyé les bottes et les coudre avec une aiguille de Baquero. Et ses amis ont cessé de visiter, a dû gravir de nombreuses marches!.
Un jour, il faisait sombre, elle a découvert qu'elle ne pouvait pas acheter même une bougie, puis rappeler un morceau d'amadou dans le sac a été retiré de l'arbre de la sorcière. Elle chercha le sac et en sortit le morceau d'amadou, et voici, qui a frappé avec des silex et des étincelles, ouvrit brusquement la porte et a présenté le chien aux yeux comme des tasses de café qu'il a trouvé dans l'arbre, en disant:
- Que mon seigneur envoie?
- Qu'est-ce que cela signifie? Demandé au soldat. Aller poudrière drôle, si je peux obtenir ce qu'il veut!
«Apportez-moi un peu d'argent, a ordonné au chien, il se retira et fut de retour en un tournemain avec un gros sac d'argent dans la bouche.
Puis il entendit le soldat de la vertu merveilleuse de son briquet. Si vous frappez une fois, les pièces apparu chien boîte en cuivre, et si à deux reprises, a présenté l'argent, et si trois, venus de l'or. Nos soldats sont retournés à leurs chambres de luxe, au premier étage, vêtu de riches habits de nouveau, et ses amis est allé le mettre dans les nuages.
Un jour, une pensée vint à lui: «Il est très étrange qu'il n'y ait pas moyen de voir la princesse! Doit être très beau, mais ce qu'il sert, qu'il s'agisse de passer sa vie dans le château de cuivre entouré de murailles et de tours? N'aurait-il pas voir autant? Où se trouve le briquet? "Et, se tournant sur l'amadou, a présenté le chien avec des yeux grands comme des tasses à café.
«Je sais que nous sommes en retard dans la nuit, dit le soldat, mais je serais ravi de voir la princesse, si seulement pour un instant.
Le chien a été retiré immédiatement, et avant que le soldat avait le temps d'y penser, est revenue avec la servante, qui était assis sur son dos, endormi, et il était si beau que la ligue a vu qu'il s'agissait d'une princesse. Le soldat n'a pas pu résister et l'a embrassée pour quelque chose était un soldat dans l'âme.
Alors le chien est laissé à la bonne, mais quand vint le matin le roi et la reine, sa fille leur a dit qu'elle avait un rêve étrange, un chien et un soldat. Elle était à cheval sur un chien, et le soldat l'avait embrassée.
- Ensuite, récupérez histoire! S'écria la reine.
Et a décidé que la nuit suivante une demoiselle d'ancienne demeure sur ses gardes au chevet de la princesse, afin de déterminer si oui ou non c'était un rêve.
Quand un soldat est allé le désir fou de voir la fille du roi, et la nuit il a appelé le chien, qui est allé à la hâte dans sa chambre avec la fille à la remorque, mais la vieille dame autant qu'il a couru, et soulignant que sa maîtresse a disparu dans une maison, il pensait: «Maintenant je sais où il est», et un morceau de craie a attiré une grande croix sur la porte. Elle est ensuite retournée au palais et se coucha, mais le chien, en réalisant la croix marquée sur la porte, tira les autres comme dans toutes les autres villes. C'était une excellente idée, car la dame ne pouvait pas distinguer la porte, et ils avaient tous une croix.
A l'aube, le roi, la reine, la demoiselle d'honneur et tous les officiers sont venus pour savoir où la princesse avait été.
- Il est ici! S'écria le roi de voir la première porte avec une croix dessinée.
- Non, elle est là, le miel! Dit la reine, voyant une autre porte avec le même motif.
- Mais s'il ya partout! -Vu d'autres qui chercheraient où ils ont vu des croix sur les portes. Puis a réalisé qu'il était inutile de continuer à chercher.
Mais la reine était une femme très rusée, dont la connaissance ne se limite pas à la connaissance de marche. Prendre ses ciseaux d'or grosses, coupez un morceau de soie et façonné un beau sac. Le repas suivant rempli de sarrasin et attaché à l'arrière de la princesse, l'ouverture d'un trou, de sorte que la route était dans le gruau de sortir.
La nuit, le chien a montré à nouveau, a obtenu la princesse sur son dos et a conduit le soldat à la fenêtre, grimper le mur de sa chambre. Le lendemain matin, le roi et la reine ont découvert l'endroit où il parle de sa fille est née, et a ordonné l'arrestation du soldat, il a été enfermé en prison.
Oui, monsieur, la prison était d'arrêter. Qu'est-ce sombre et laide était la cellule! Et si tout arrêter! "Demain, tu seras pendu", at-il dit. La perspective n'était pas très heureux, disent-ils, de surcroît, avait quitté son briquet à la maison. Dans la matinée, il pouvait voir, par la porte étroite de la prison, comment les gens accouraient à travers la ville pour assister à l'exécution, il a entendu des tambours et j'ai vu le défilé des troupes. Tout le monde était en marche, la foule était un cordonnier apprenti, dans le tablier et les pantoufles, galoper si vite que l'une des pantoufles, elle jaillit et alla frapper le mur sur lequel était la porte par laquelle j'ai regardé le soldat.
- Bonjour, cordonnier, ne courent pas tant! Hurlé-elle, ne rien faire sans moi. Mais si vous voulez retourner à la maison et apportez-moi mon briquet, je vais vous donner quatre centime. Mais vous devez vous rendre plus léger!
The Apprentice, heureux à la perspective de gagner quelques bob, courut à l'auberge et bientôt de retour avec le sac qu'il a donné au soldat. Et maintenant vient la bonne!
À la périphérie de la ville avait érigé une potence, et autour de la troupe était bondée et la foule, des milliers de personnes. Le roi et la reine occupait un trône magnifique, devant le tribunal et le conseil dans son ensemble.
Le soldat a été dans le haut de l'échelle, mais quand ils ont voulu régler votre corde autour du cou, supplié, avant l'expiration de la peine a été accueilli, pauvre pécheur, pour satisfaire un désir innocent, de fumer une pipe, ce dernier bénéficierait dans ce monde.
Le roi ne voulut pas refuser une telle demande modeste, et le soldat, en prenant l'amadou et silex, l'a frappé une fois, deux fois, trois fois. Immédiatement, il y avait trois chiens: l'oeil comme les tasses de café, qui avait les meules, et la taille de la Tour Ronde.
Aide moi pour éviter de me faire pendre, dit le soldat. Et les chiens tombèrent sur les juges et en particulier le conseil, saisissant un par les jambes et l'autre par le nez en l'air, si haut qu'ils étaient tous en train de s'effondrer.
- Pas moi, pas moi! Cria le roi, mais le plus grand des chiens ont attaqué, lui et la reine, et les jeta, où étaient les autres. En voyant les soldats avaient peur, et tout le peuple cria:
- Bon soldat, vous être notre roi et épouser la belle princesse!
Et puis le soldat assis dans le carrosse royal, a ouvert les trois chiens marcher, danser et crier: «Hourra!" Pendant que les garçons sifflaient avec les doigts, et les troupes présentent les armes. La princesse a quitté le palais de cuivre et était reine. Et il savait! Le mariage a duré huit jours, et les chiens assis à la table, ont assisté à elle avec les yeux grands ouverts.
FIN

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