martes, 21 de junio de 2011

Juan el bobo

Allá en el campo, en una vieja mansión señorial, vivía un anciano propietario que tenía dos hijos, tan listos, que con la mitad hubiera bastado. Los dos se metieron en la cabeza pedir la mano de la hija del Rey. Estaban en su derecho, pues la princesa había mandado pregonar que tomaría por marido a quien fuese capaz de entretenerla con mayor gracia e ingenio.
Los dos hermanos estuvieron preparándose por espacio de ocho días; éste era el plazo máximo que se les concedía, más que suficiente, empero, ya que eran muy instruidos, y esto es una gran ayuda. Uno se sabía de memoria toda la enciclopedia latina, y además la colección de tres años enteros del periódico local, tanto del derecho como del revés. El otro conocía todas las leyes gremiales párrafo por párrafo, y todo lo que debe saber el presidente de un gremio. De este modo, pensaba, podría hablar de asuntos del Estado y de temas eruditos. Además, sabía bordar tirantes, pues era fino y ágil de dedos.
-Me llevaré la princesa -afirmaban los dos; por eso su padre dio a cada uno un hermoso caballo; el que se sabía de memoria la enciclopedia y el periódico, recibió uno negro como azabache, y el otro, el ilustrado en cuestiones gremiales y diestro en la confección de tirantes, uno blanco como la leche. Además, se untaron los ángulos de los labios con aceite de hígado de bacalao, para darles mayor agilidad. Todos los criados salieron al patio para verlos montar a caballo, y entonces compareció también el tercero de los hermanos, pues eran tres, sólo que el otro no contaba, pues no se podía comparar en ciencia con los dos mayores, y, así, todo el mundo lo llamaba el bobo.
-¿Adónde vais con el traje de los domingos? -preguntó.
-A palacio, a conquistar a la hija del Rey con nuestros discursos. ¿No oíste al pregonero? -y le contaron lo que ocurría.
-¡Demonios! Pues no voy a perder la ocasión -exclamó el bobo-. Y los hermanos se rieron de él y partieron al galope.
-¡Dadme un caballo, padre! -dijo Juan el bobo-. Me gustaría casarme. Si la princesa me acepta, me tendrá, y si no me acepta, ya veré de tenerla yo a ella.
-¡Qué sandeces estás diciendo! -intervino el padre-. No te daré ningún caballo. ¡Si no sabes hablar! Tus hermanos es distinto, ellos pueden presentarse en todas partes.
-Si no me dais un caballo -replicó el bobo- montaré el macho cabrío; es mío y puede llevarme.
Se subió a horcajadas sobre el animal, y, dándole con el talón en los ijares, emprendió el trote por la carretera. ¡Vaya trote!
-¡Atención, que vengo yo! -gritaba el bobo; y se puso a cantar con tanta fuerza, que su voz resonaba a gran distancia.
Los hermanos, en cambio, avanzaban en silencio, sin decir palabra; aprovechaban el tiempo para reflexionar sobre las grandes ideas que pensaban exponer.
-¡Eh, eh! -gritó el bobo, ¡aquí estoy yo! ¡Mirad lo que he encontrado en la carretera!-. Y les mostró una corneja muerta.
-¡Imbécil! -exclamaron los otros-, ¿para qué la quieres?
-¡Se la regalaré a la princesa!
-¡Haz lo que quieras! -contestaron, soltando la carcajada y siguiendo su camino.
-¡Eh, eh!, ¡aquí estoy yo! ¡Miren lo que he encontrado! ¡No se encuentra todos los días!
Los hermanos se volvieron a ver el raro tesoro.
-¡Estúpido! -dijeron-, es un zueco viejo, y sin la pala. ¿También se lo regalarás a la princesa?
-¡Claro que sí! -respondió el bobo; y los hermanos, riendo ruidosamente, prosiguieron su ruta y no tardaron en ganarle un buen trecho.
-¡Eh, eh!, ¡aquí estoy yo! -volvió a gritar el bobo-. ¡Voy de mejor en mejor! ¡Arrea! ¡Se ha visto cosa igual!
-¿Qué has encontrado ahora? - preguntaron los hermanos.
-¡Oh! -exclamó el bobo-. Es demasiado bueno para decirlo. ¡Cómo se alegrará la princesa!
-¡Qué asco! -exclamaron los hermanos-. ¡Si es lodo cogido de un hoyo!
-Exacto, esto es -asintió el bobo-, y de clase finísima, de la que resbala entre los dedos - y así diciendo, se llenó los bolsillos de barro.
Los hermanos pusieron los caballos al galope y dejaron al otro rezagado en una buena hora. Hicieron alto en la puerta de la ciudad, donde los pretendientes eran numerados por el orden de su llegada y dispuestos en fila de a seis de frente, tan apretados que no podían mover los brazos. Y suerte de ello, pues de otro modo se habrían roto mutuamente los trajes, sólo porque el uno estaba delante del otro.
Todos los demás moradores del país se habían agolpado alrededor del palacio, encaramándose hasta las ventanas, para ver cómo la princesa recibía a los pretendientes. ¡Cosa rara! No bien entraba uno en la sala, parecía como si se le hiciera un nudo en la garganta, y no podía soltar palabra.
-¡No sirve! -iba diciendo la princesa-. ¡Fuera!
Llegó el turno del hermano que se sabía de memoria la enciclopedia; pero con aquel largo plantón se le había olvidado por completo. Para acabar de complicar las cosas, el suelo crujía, y el techo era todo él un espejo, por lo cual nuestro hombre se veía cabeza abajo; además, en cada ventana había tres escribanos y un corregidor que tomaban nota de todo lo que se decía, para publicarlo enseguida en el periódico, que se vendía a dos chelines en todas las esquinas. Era para perder la cabeza. Y, por añadidura, habían encendido la estufa, que estaba candente.
-¡Qué calor hace aquí dentro! -fueron las primeras palabras del pretendiente.
-Es que hoy mi padre asa pollos -dijo la princesa.
-¡Ah! -y se quedó clavado; aquella respuesta no la había previsto; no le salía ni una palabra, con tantas cosas ingeniosas que tenía preparadas.
-¡No sirve! ¡Fuera! -ordenó la princesa. Y el mozo hubo de retirarse, para que pasase su hermano segundo.
-¡Qué calor más terrible! -dijo éste.
-¡Sí, asamos pollos! -explicó la hija del Rey.
-¿Cómo di... di, cómo di... ? -tartamudeó él, y todos los escribanos anotaron: «¿Cómo di... di, cómo di... ?».
-¡No sirve! ¡Fuera! -decretó la princesa.
Le tocó entonces el turno al bobo, quien entró en la sala caballero en su macho cabrío.
-¡Demonios, qué calor! -observó.
-Es que estoy asando pollos -contestó la princesa.
-¡Al pelo! -dijo el bobo-. Así, no le importará que ase también una corneja, ¿verdad?
-Con mucho gusto, no faltaba más -respondió la hija del Rey-. Pero, ¿traes algo en que asarla?; pues no tengo ni puchero ni asador.
-Yo sí los tengo -exclamó alegremente el otro-. He aquí un excelente puchero, con mango de estaño.
Y, sacando el viejo zueco, metió en él la corneja.
-Pues, ¡vaya banquete! -dijo la princesa-. Pero, ¿y la salsa?
-La traigo en el bolsillo -replicó el bobo-. Tengo para eso y mucho más.
Y se sacó del bolsillo un puñado de barro.
-¡Esto me gusta! -exclamó la princesa-. Al menos tú eres capaz de responder y de hablar. ¡Tú serás mi marido! Pero, ¿sabes que cada palabra que digamos será escrita y mañana aparecerá en el periódico? Mira aquella ventana: tres escribanos y un corregidor. Este es el peor, pues no entiende nada.
-Desde luego, esto sólo lo dijo para amedrentar al solicitante. Y todos los escribanos soltaron la carcajada e hicieron una mancha de tinta en el suelo.
-¿Aquellas señorías de allí? -preguntó el bobo-. ¡Ahí va esto para el corregidor!
Y, vaciándose los bolsillos, arrojó todo el barro a la cara del personaje.
-¡Magnífico! -exclamó la princesa-. Yo no habría podido. Pero aprenderé.
Y de este modo Juan el bobo fue Rey. Obtuvo una esposa y una corona y se sentó en un trono
Y todo esto lo hemos sacado del diario del corregidor, lo cual no quiere decir que debamos creerlo a pies juntillas.
FIN












Sortie à la campagne dans un vieux manoir, a vécu une vieux propriétaire terrien qui avait deux fils, si intelligent, que la moitié aurait suffi. Les deux mis en tête de demander la main de la fille du roi. Avaient droit, comme la princesse avait envoyé une proclamation qu'il faudrait pour un mari qui a réussi à divertir avec plus de grâce et d'esprit.
Les deux frères se préparent pendant huit jours, ce fut la période maximale qui ont été donnés plus que suffisant, cependant, comme ils étaient très instruits, et cela est d'une grande aide. On avait mémorisé tous l'encyclopédie en latin, et aussi la collection de trois années entières dans le journal local, et pour le droit à l'envers. L'autre syndicat connaissait toutes les lois, paragraphe par paragraphe, et tout ce que vous devez savoir le président d'un syndicat. Ainsi, pensait-il, pouvait parler des affaires d'Etat et les questions universitaires. D'ailleurs, je savais jarretelles broder, il était doigts fins et agiles.
-Je prendrai la princesse revendiqué les deux, alors que son père leur a donné à chaque cheval une amende, qui avait mémorisé l'encyclopédie et le journal, a reçu un noir comme du jais, et l'autre, illustré dans les questions syndicales et qualifiés dans la fabrication de bretelles, une blanche comme du lait. En outre, barbouillé les coins des lèvres à l'huile de foie de morue, pour vous donner une plus grande agilité. Tous les serviteurs allèrent dans la cour pour voir les monter, puis apparut aussi le troisième frère, ils étaient trois, seul l'autre n'a pas, elle ne pouvait pas comparer dans la science avec les deux plus grands, et donc tous les le monde l'appela l'imbécile.
- Où allez-vous à habiller le dimanche? Il a demandé.
-Un palais, pour courtiser la princesse avec nos discours. Avez-vous entendu le prédicateur? , Et lui dit ce qui s'est passé.
- Merde! Eh bien je ne vais pas manquer l'occasion de dire des sottises. Et les frères se moquaient de lui et partit au galop.
- Donnez-moi un cheval, mon père! -John a dit le fou. Je tiens à marier. Si la princesse m'accepte, je n'ai, et si je ne les acceptez pas, et je l'ai le voir.
- Quelle absurdité que tu dis! »Dit le père. Je ne donnerai pas de cheval. Si vous ne pouvez pas parler! Vos frères sont différents, ils peuvent se produire partout.
-Si vous me donner un cheval, répondit le fou, va surfer sur la chèvre, c'est le mien et vous pouvez prendre.
Il se mit à califourchon l'animal, et en donnant le talon sur les flancs, a commencé à trotter sur la route. Aller faire du jogging!
- Notez que je viens! S'écria le fou, et commença à chanter avec une telle force que sa voix sonnait au loin.
Les frères, toutefois, avancé en silence, sans dire un mot, utiliser le temps de réfléchir sur les grandes idées qu'ils pensaient faire.
- Eh, eh! S'écria le fou, je suis là! Regardez ce que j'ai trouvé sur la route! -. Et leur montra une corneille morte.
- Idiot! Cried les autres, pourquoi voulez-vous?
- C'est un cadeau à la princesse!
- Faites ce que vous voulez! -Replied, libérant le rire et suivre sa voie.
- Hé, hé, je suis là! Regardez ce que j'ai trouvé! Il ya tous les jours!
Les frères se retourna pour voir le trésor rare.
- Stupid! Ils ont dit, est une vieille chaussure en bois, et sans la lame. Avez-vous aussi qu'il a donné à la princesse?
- Bien sûr! Répondit le fou, et ses frères, riant aux éclats, ont continué leur route et bientôt battre une bonne distance.
- Hé, hé, je suis là! Cria à nouveau le fou. Je suis mieux en mieux! Yoho Il a vu une chose pareille!
- Qu'est-ce que tu as maintenant? - Question des frères.
- Oh! Cria le fou. C'est trop bon à dire. Quelle joie de la princesse!
- Beurk! S'écria le frère. Si vous êtes pris dans un trou de boue!
«Exactement, c'est, dit le fou-classe et fines, qui se glisse entre les doigts - et disant cela, il a rempli les poches d'argile.
Les frères ont commencé à chevaux au galop et à gauche, l'autre derrière un bon moment. Ils s'arrêtèrent à la porte de la ville, où les prétendants sont numérotées dans leur ordre d'arrivée et disposés en rangées de six en face, si près qu'ils ne pouvaient pas bouger mes bras. Et c'est en quelque sorte, sinon il aurait arraché leurs vêtements, juste parce qu'on était avant l'autre.
Tous les autres habitants du pays s'étaient rassemblés autour du palais, grimpant les fenêtres pour voir la princesse a reçu les prétendants. Bizarrement! Dès que l'on entra dans la chambre, il me semblait que si elle fait une boule dans ma gorge et ne pouvait pas laisser mot.
- Pas bon! -Je disais la princesse. Out!
C'était au tour du frère qui avait mémorisé l'encyclopédie, mais avec ce long campement avait été complètement oublié. Pour compliquer encore les choses, le parquet craquait et le plafond était tout d'un miroir, afin que nos homme regardait à l'envers, en plus, dans chaque fenêtre se tenaient trois commis et un magistrat qui a pris note de tout ce qui a été dit , qui sera publié prochainement dans le journal, qui a vendu pour deux shillings sur chaque coin. Il était à perdre la tête. Et, d'ailleurs, avait allumé le poêle est chaud.
- Est-il chaud ici! Furent les premiers mots du prétendant.
«Il est désormais gérer mes poulets père, dit la princesse.
- Ah! Et a été bloqué, cette réponse n'avait pas prévu, pas un mot sortait avec tant de choses intéressantes que j'avais préparé.
- Pas bon! Out! Il ordonna la princesse. Et le garçon était à la retraite, de sorte que pourrait faire son second frère.
- Quelle chaleur plus terrible! Dit-il.
- Oui, nous poulets rôtis! »Dit la princesse.
- Comment di ... di, di ... comment ? Il balbutia, et tous les scribes noté: «Comment di ... di, di ... comment ?. "
- Pas bon! Out! Ordonnées par la princesse.
Il toucha alors le tour de l'insensé, qui sont entrés dans le chevalier Hall sur sa chèvre.
- L'enfer, c'est chaud! Il a observé.
-Je suis juste griller le poulet, dit la princesse.
- Les cheveux! Dit le fou. Alors, ne me dérangerait pas attraper un corbeau aussi, non?
«Avec plaisir, pas plus manquant, dit la princesse. Mais ne vous apportera quelque chose à rôtir?, Car j'ai pas de pot ou au gril.
M'écriai-je, si j'ai bonne humeur de l'autre. Voici un pot d'étain excellente avec poignée.
Et enlever la vieille chaussure en bois, il est entré dans le corbeau.
«Eh bien, allez fête! Dit la princesse. Mais qu'en est-il que la sauce?
-L'ours dans la poche, dit le fou. J'ai pour cela et bien plus encore.
Et il en tira une poignée de boue.
- J'aime! S'écria la princesse. Au moins vous êtes en mesure de rencontrer et de parler. Tu seras mon mari! Mais vous savez que chaque mot que nous disons sera écrit et paraîtra dans le journal de demain? Regardez cette fenêtre, trois commis et un magistrat. Ceci est le pire, parce qu'il ne comprend rien.
«Bien sûr, cela a seulement dit qu'il effrayer les candidats. Et tous les écrivent éclata de rire et fait une tache d'encre sur le sol.
- Ne ces messieurs là-bas? Interrogé le fou. Il ya ce le maire!
Et, vidant ses poches, jeta toute la boue au visage du personnage.
- Magnifique! S'écria la princesse. Je n'aurais pas pu. Mais apprendre.
Et c'est ainsi que le fou est roi Jean. Il a obtenu une femme et une couronne et assis sur un trône
Et tout cela nous avons tirées de l'agenda du maire, qui ne signifie pas que nous devrions croire aveuglément.
FIN

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